La ley dice que mi hija no existe, dice que no cuenta. Y el resto de la sociedad, sin darse cuenta, dice lo mismo.
Te dicen que ha muerto pero que no ha vivido. Hubiese bastado un segundo de oxígeno en sus pulmones para ser considerada persona, y por ese mismo segundo es por el deciden considerarla: criatura abortiva. ¡No lo sabía! Lo que sabía era que legalmente no existía. En la ficha que te dan del hospital, consta como muerte fetal o muerte uterina. No me podía imaginar que algún día hasta encontraría una pizca de piedad en esas dos terribles definiciones si las comparo con: criatura abortiva.
Muerte uterina o muerte fetal respetan de alguna manera, al hacer referencia a la muerte, su vida, y por lo tanto su existencia, sin datos personales, ni derecho a ser bebé… pero “criatura abortiva” le niega todo y la convierte en un ser incompleto y amorfo. ¿Es eso necesario? ¿Es posible que podamos humanizar esta definición?
Legalmente da igual si el bebé murió a los seis o nueve o diez meses de gestación o si murió durante el parto, si no respiró al menos un segundo, está considerado aborto y se registra como criatura abortiva. Así que no solo no existen, sino que además se les insulta.
Si no existe, no existe, no le pongan un nombre, no le etiqueten de otra manera que no sea la de hijos. Si no existe, ¡no existe! Que no cuente ¡nada! No le pongan otro nombre que no sea el que yo le he dado. Si no existe, ¡no existe! Tampoco a vuestra manera.
Humanizar una ley que anula cualquier derecho de sentirse y ser padres cuando nuestros hijos nacen muertos no puede ser tan difícil.
Mi hija no respiró oxígeno, pero yo sí. Nosotros sí somos personas y, como tal, tenemos nuestros derechos, ¿no? ¿Dónde están? Convierten a nuestros bebes fallecidos, que sin duda son lo más terrible que le puede ocurrir a cualquier persona, se les convierte en no existentes y, peor aún, en criaturas abortivas. ¡Es tan despiadado!
Cuando el día de su entierro no encuentras su nombre ni apellidos…
El olvido, que se aconseja, casi como receta milagrosa, no es solo emocional, sino que es general. Olvida, porque ni siquiera tiene derecho a un nombre; olvida, porque no hay ninguna palabra que ponga nombre a tu desgarro ni a su muerte. Olvida porque para el conjunto de la sociedad no existe.
Y es ahí cuando el peso de su muerte se hace aún más insoportable. ¿Qué ganamos como sociedad, cuáles son las ventajas? No las veo. ¿Qué se gana cuando se le niega a unos padres poder decir que son padres? Una hija no se olvida, ¡es imposible!
No puede ser tan difícil humanizar y dar sentido común a una ley que da cobijo al olvido.
También tenemos derecho a salir de la planta de maternidad, como madres y padres que somos, con una ficha con sus datos personales: nombre y apellidos, peso, medidas, huellas dactilares y una fotografía, con el recuerdo real de su existencia. La que nos arrebatan y nos quitan por no haber tenido ese segundo de aire en sus pulmones.
Es vital no sumar más dolor innecesariamente haciendo que aún sea más difícil de llevar. Y empezar por no tener que discutir, nada más morir nuestros hijos, para poder usar las palabras, las únicas que sí definen lo que somos, sin duda alguna: madre, padre, hija, hijo. Déjennos al menos usar la palabra por derecho, ésta no lleva consigo el desgarro de su muerte, pero sí la realidad de su existencia.
Sí al derecho al duelo perinatal y a la identidad.
Pedimos el derecho a un entierro digno y justo.
En el conste, en su urna o lápida, los nombres y apellidos de nuestros hijos.
Tiempo por derecho, para decidir cómo y cuándo nos despedimos de nuestros hijos pudiendo así asistir a su entierro, tan necesario para vivir un duelo saludable.
Reclamamos el derecho a su inscripción en el libro de familia como hijo/hija (renunciamos a los favores y derechos que, en el caso de que fuera posible, otorga el reconocimiento de familia numerosa).
Defendemos el derecho de nuestros hijos a ser hijos (con unos padres que les lloran y aman).
Necesitamos poder ser por derecho lo que sentimos y sabemos que somos: madres y padres.
Si quieres apoyar esta causa…. necesitamos contar contigo.
Pilar mena